domingo, 18 de octubre de 2009

Importante: para poder votar, inscriba su cédula

Mucha gente no logra votar el día de las elecciones, simplemente porque no tiene inscrita su cédula de ciudadanía en un puesto de votación cercano.

Ayudemos a regar la voz:

Se avecinan elecciones muy importantes en marzo y mayo del año entrante, y para poder votar hay que tener inscrita la cédula.

Es clave inscribir la cédula en un puesto de votación cercano a la casa.

Podemos ayudar a informar a familiares, amigos y compañeros de trabajo o de estudio, repartiendo volantes como estos:


(descargue la versión PDF para imprimir acá → VOLANTE)

En la página de la Registraduría (www.registraduria.gov.co) se puede chequear en qué lugar de votación tiene uno inscrita la cédula - si usted es un ducho en Internet puede ayudarle a más gente a chequear ese dato.

También podemos ayudar descargando el listado con la dirección de todos los puestos de votación que hay en este link → http://www.registraduria.gov.co/Elecciones/dirjur.pdf

Incluso si ud. piensa que no va a votar, quizás ese día quiera hacerlo; por eso, de todas maneras es mejor tener inscrita la cédula.

¿Se les ocurren otras maneras de informar y facilitarle a la gente la inscripción de la cédula para que puedan votar?

sábado, 17 de octubre de 2009

Sobre un emocionante Premio Nobel en economía

Le debo una corta explicación a mis compañeros de oficina sobre por qué salté y grité cuando anunciaron el Premio Nobel en economía de este año.

Mi primer encuentro con el trabajo de Elinor Ostrom y Oliver Williamson fue a mediados de los noventa, cuando trabajaba en el Departamento Nacional de Planeación como parte del equipo a cargo del diseño de Sinergia, el sistema de evaluación de resultados del Plan Nacional de Desarrollo. Eran épocas de largas noches dedicadas a discusiones teóricas sobre políticas públicas, y de agitados días intentando aplicar esas teorías en la práctica.

Nuestra inmersión en la Nueva Economía Institucional fue fruto de esa tensión entre teoría y práctica. Entendimos que poco se lograría si la evaluación de resultados no producía procesos de aprendizaje organizacional al interior del Estado, lo cual requería un rediseño de las reglas de juego - las instituciones - de la gestión pública. De ahí salieron ideas como la de organizar el Primer Seminario Internacional de Análisis y Diseño Institucional: Hacia el Rediseño del Estado.

Tristemente, a veces me da la impresión de que los programas de reforma del Estado que se han implementado desde entonces se han centrado en una búsqueda ciega de ahorros y eficiencia, y no en la construcción de organizaciones más inteligentes orientadas hacia la creación de mayor valor público. Mientras tanto, la evaluación de resultados parece haber terminado produciendo más propaganda que aprendizaje.


Recuerdo que en aquellos días leí el único texto de Elinor Ostrom que se había traducido hasta entonces al español - Diseño de Instituciones para Sistemas de Riego Autogestionarios - y fue amor a primera vista: la idea de que podemos descubrir y aplicar principios de diseño en la creación y el mejoramiento de las reglas de juego que guían el comportamiento de los individuos y las organizaciones cambió mi manera de ver las ciencias sociales. A partir de ese texto de Elinor Ostrom me metí de lleno a estudiar el tema de diseño institucional y comencé a enseñar economía política institucional en Los Andes y en la Javeriana. Ahora es el eje que articula mi trabajo como docente, investigador y consultor.

¿Ven cuántas emociones me despierta este premio?

Acá van algunos links que he estado recogiendo estos días:

- Reality bites - Elinor Ostrom and Oliver Williamson win this year’s Nobel prize for economics (The Economist)
- Skyhooks versus Cranes: The Nobel Prize for Elinor Ostrom, by Paul Romer
- Elinor Ostrom’s Nobel Prize in Economics - Why Those Who Value Liberty Should Rejoice, By Peter Boettke
- Economics Nobel: Laureates Analyzed Economics Outside Market, by Adrian Cho (Science)
- An institutional economics prize, by Paul Krugman (NY Times)
- "Transaction Cost Economics", by Mark Thoma (Economist's View)
- Nobel Pioneers, by John V. C. Nye (Forbes)
- Governing The Commons: No one should say "Elinor who?", by Vernon L. Smith (Forbes)
- Steven Levitt asks "Elinor who?"
- A Nobel for Practical Economics, by David R. Henderson (WSJ)
- The Ostrom Nobel (Crooked Timber)
- Lin Ostrom - Political Economist - Wins 2009 Nobel - Peter Boettke - The Austrian Economists

miércoles, 14 de octubre de 2009

Mi opinión sobre el caso de Claudia López

No estoy de acuerdo con el editorial de El Tiempo de hoy.

Si el análisis de Claudia López está errado, ¿por qué publicarlo junto con una nota de despido? ¿Por que no más bien hablar con ella antes de publicar la columna para mostrarle su equivocación con evidencia que refute su análisis? ¿O por qué no publicar también una refutación basada en hechos y argumentos, en vez de este Editorial en el que simplemente nos piden que le creamos a El Tiempo que los intereses económicos y políticos de sus socios no afectan su comportamiento y que no actúa estratégicamente, y en el que se compara la crítica analítica de Claudia López con los ataques de las dictaduras a los medios?

Claudia López lo que hizo fue describir un proceso extremadamente relevante en la actual coyuntura (el proceso mediante el cual se formó en el diario la perspectiva de cubrimiento noticioso del escándalo sobre el programa Agro Ingreso Seguro) e interpretarlo a la luz de los intereses de los actores involucrados. Es decir: hizo un análisis de ciencia política.

¿No fue para hacer este tipo de análisis que fue contratada como columnista por El Tiempo? ¿O es que existe alguna cláusula en el contrato de los columnistas que les prohíbe hablar sobre el medio para el que escriben?

Paradójicamente, a Claudia López la echaron por hacer bien su trabajo.

Jacqueline Novogratz invierte en acabar la pobreza

En esta ocasíon quise traducir una de las charlas que ha dado Jacqueline Novogratz en TED. Novogratz es la fundadora y directora ejecutiva del Acumen Fund, una organización orientada a la reducción de la pobreza mediante la gestión y la inversión de "capital paciente" para la financiación y el apoyo a proyectos empresariales en comunidades pobres alrededor del mundo.

Me pareció interesante traducir esta charla por dos razones. En primer lugar, porque cuenta la historia de una mujer que se da cuenta del "nivel de conexión que todos tenemos en esta Tierra" y decide actuar - rompiendo paradigmas de desarrollo basados en la caridad y la cooperación internacional - en favor de los más pobres. En segundo lugar, porque desde hace unos años - y particularmente desde el reconocimiento a Muhammad Yunus y al Grameen Bank con el Premio Nobel de la Paz - viene tomando cada vez más fuerza y notoriedad la idea de que el desarrollo y la lucha contra la pobreza requieren fórmulas creativas que empoderen a los pobres y a sus comunidades. Si bien esto representa un avance impresionante, es esencial mantener los pies "en el terreno" y no replicar ciegamente estas estrategias sólo porque están de moda. Hay que evaluar los resultados de las estrategias que se han implementado para entender en qué sentido, hasta qué punto, en qué contextos y bajo qué condiciones funcionan o pueden llegar a tener efectos adversos imprevistos.



Me han servido mucho las discusiones que fluyen en blogs como los de Bill Easterly (Aid Watch) y Chris Blattman para estar al tanto de estos temas. ¿Saben de más fuentes con información e ideas útiles sobre innovaciones en estrategias de desarrollo y lucha contra la pobreza?

jueves, 8 de octubre de 2009

Resultados de una mini encuesta sobre abstención en las consultas

Mucho se ha comentado sobre el reducido número de personas que votó en las consultas del 27 de septiembre. Según algunos, es normal que muy poca gente salga a votar en ese tipo de elecciones. Según otros, es una muestra del apoyo popular a las políticas del gobierno y del deseo que éstas continúen en manos del presidente o de algún partido de la coalición de gobierno. Hay quienes ven en ello un desencanto con los partidos y el discurso de la oposición. Y hay quienes argumentan que, aunque no se colmaron las expectativas, las consultas fueron exitosas. Las explicaciones varían según la orientación política del comentarista.

Por eso decidí preguntar informalmente a través de Twitter, sin mayores pretensiones científicas, quién conocía gente que no hubiera votado y si sabían las razones por las cuales no lo habían hecho.

Lancé la pregunta el día después de las consultas. La repetí seis veces en un lapso de 24 horas (y algunas personas la “retwittearon”). Al cabo del ejercicio, 50 personas aportaron 58 respuestas que agrupé en 11 categorías.

Estos son los resultados (click para ampliar):

Aunque hay mucho material para reflexionar acá, sólo quiero comentar un aspecto de la abstención que sale a relucir en esta mini encuesta, pero del que poco se habla. Me parece interesante que un 32% de las respuestas tienen que ver con la cédula: 12% no la inscribió (o la tiene inscrita en otra ciudad), 10% la inscribió lejos (y le dio pereza ir a votar), y otro 10% no tiene cédula y no pudo votar con la contraseña.

Si a ese 32% le añadimos el 9% correspondiente a quienes no sabían o no entendían de qué se trataban las consultas, el 7% correspondiente a quienes estaban fuera de la ciudad o del país, y el 5% que tuvo que trabajar, tenía otros compromisos o estaba incapacitado (y asumimos que si no fuera por esos factores, hubieran votado), entonces un 53% de las personas no votaron porque les resultaba muy costoso hacerlo, y no necesariamente porque no le vieran un beneficio.

¿Qué responsabilidad tienen el estado, los medios, los educadores y los mismos ciudadanos sobre los costos de la democracia? ¿Qué medidas se pueden tomar para reducirlos? ¿No es esto básico y esencial si queremos que la democracia produzca resultados electorales acertados y legítimos?

sábado, 1 de agosto de 2009

Chris Abani medita sobre la humanidad

Las Conferencias TED son una gran fuente de información, conocimiento e inspiración. Cada charla representa una "idea que amerita difusión". Si bien las conferencias TED iniciaron circunscritas a los campos que constituyen su nombre (Tecnología, Entretenimiento, Diseño), hoy tratan temas en todos los campos de la ciencia, el arte y el ingenio humanos. El año pasado TED dio inicio al Proyecto de Traducción Abierta, mediante el cual traductores voluntarios subtitulan sus charlas favoritas. Hoy hay casi 1300 charlas subtituladas, y el doble en camino, por más de 1500 traductores voluntarios, en 80 idiomas. Acá va mi primer granito de arena: una hermosa y poderosa charla del escritor nigeriano Chris Abani sobre el concepto africano de "ubuntu", según el cual la única manera en que uno puede ser humano es viendo el reflejo de su propia humanidad en otra persona.

domingo, 21 de junio de 2009

Amnistía Internacional anuncia nuevo estudio sobre la pena de muerte

A Clear Scientific Consensus that the Death Penalty does NOT Deter Posted by: Brian Evans, June 18, 2009 at 1:26 PM

Un consenso científico claro de que la pena de muerte NO disuade

blog.amnestyusa.org
Junio 18 de 2009

Los científicos están de acuerdo, por una mayoría abrumadora, que la pena de muerte no tiene ningún efecto disuasorio. Se sentían de la misma forma hace más de diez años, y nada ha cambiado desde entonces. Los estados que no aplican la pena de muerte siguen teniendo tasas de homicidio significativamente menores que los que conservan la pena capital. Y los pocos estudios recientes que tienen por objeto demostrar un efecto disuasorio, aunque consiguen jugar fuerte en los medios de comunicación, no han logrado impresionar a la comunidad científica, que los ha expuesto como deficientes e inconsistentes.

El último número del Journal of Criminal Law and Criminology (Revista de Derecho Penal y Criminología) contiene un estudio realizado por un profesor de sociología y un estudiante de postgrado de la Universidad de Colorado-Boulder (Michael Radelet y Traci Lacock), en el que examinan las opiniones de los principales expertos en criminología sobre los efectos disuasorios de la pena de muerte.

Los resultados revelan que la mayoría de los expertos no cree que la pena de muerte o la realización de ejecuciones sirvan como factores de disuasión del asesinato, ni tampoco creen que la investigación empírica existente apoye la teoría de la disuasión. De hecho, los autores informan que el 88,2% de los encuestados no creen que la pena de muerte disuade el asesinato - un nivel de consenso comparable al acuerdo existente entre los científicos en relación con el cambio climático mundial. Al mismo tiempo, sólo el 9,2% de los encuestados indicaron que en su opinión la pena de muerte se traduce en un descenso significativo en los casos de homicidio (56,6% están totalmente en desacuerdo con esa afirmación, mientras que el 32,9% piensa que la correlación entre la pena capital y un menor número de homicidios es "en gran medida inexacta"; un 1,3% se declaran inciertos).

El estudio se basa en la investigación anterior, publicada en 1996, en la que se encuestó las opiniones de 67 expertos en el campo de la criminología. El estudio más reciente hizo las mismas preguntas a un nuevo grupo de expertos (un total de 73), entre los que se encuentran miembros de la Sociedad Americana de Criminología, así como académicos galardonados en criminología.

La mayoría de los encuestados también expresó la opinión de que los estados con pena de muerte no tienen menores tasas de homicidio que los estados donde la pena capital ha sido abolida. Los autores señalan la evidencia empírica que apoya esto - en 2007 las tasas de homicidio en los estados que todavía tenían la pena de muerte fueron mayores que en los que había sido abolida, por no menos de 42%. Más de dieciocho por ciento de los expertos encuestados fue aún más lejos y, de hecho, expresó su convencimiento de que la pena de muerte lleva a una mayor tasa de homicidios, algo que los autores llaman la "hipótesis de brutalización".

Además, una mayoría de los encuestados que participaron en los estudios en 2008 y 1996 consideran que "debates sobre la pena de muerte distraen al Congreso y a las legislaturas estatales de centrarse en soluciones reales a los problemas delincuenciales." En general, los autores concluyen que no existe ninguna diferencia significativa entre las opiniones de los expertos en 1996 y 2008 y que "una gran mayoría de los criminólogos más importantes del mundo cree que la investigación empírica ha puesto de manifiesto que la hipótesis de la disuasión es un mito."

Radelet y Lacock también analizan y apuntan hacia importantes inconsistencias en una serie de estudios realizados por economistas, que han encontrado que la pena de muerte tiene un efecto disuasorio. Estas inconsistencias llevan a concluir que los "recientes estudios econométricos, que postulan que la pena de muerte tiene un efecto disuasivo marginal más allá del que tiene la prisión de largo plazo, son tan limitados o fallidos que no han logrado socavar el consenso."

http://blog.amnestyusa.org/deathpenalty/a-clear-scientific-consensus-that-the-death-penalty-does-not-deter/

martes, 17 de marzo de 2009

The Economist a favor de la legalización de las drogas

Hace unos días colgué en Facebook un artículo de The Economist a favor de la legalización de las drogas. Ana María Bejarano sugirió traducirlo al español y circularlo. Pensando en cual sería la mejor manera de visibilizarlo, se me ocurrió abrir un blog; así que esta es la primera entrada - bienvenidos!

(Ver el artículo en inglés)

The Economist in favor of the legalisation of drugs

Some days ago I posted in Facebook an article from The Economist in favor of the legalization of drugs. Ana María Bejarano suggested we should translate the article to spanish and circulate it. Thinking about what would be the best way of making it visible, I thought of opening a blog; so here is the first entry - welcome!

(Go to the original article)

Estados fallidos y políticas fallidas

Cómo detener las guerras de las drogas

The Economist
Marzo 5 de 2009

La prohibición ha fallado; la legalización es la solución menos mala

Hace cien años un grupo de diplomáticos extranjeros se reunió en Shangai para iniciar el primer esfuerzo internacional de prohibición del comercio de una droga narcótica. El 26 de febrero de 1909 acordaron instalar la Comisión Internacional de Opio – justo unas décadas después de haber librado Gran Bretaña una guerra contra China para imponer su derecho a comerciar la sustancia. Luego vinieron muchas otras prohibiciones de sustancias que alteran el ánimo. En 1998 la Asamblea General de la ONU comprometió a sus países miembros a alcanzar un “mundo libre de drogas” y a “eliminar o reducir significativamente” la producción de opio, cocaína y canabis para el 2008.

Ese es el tipo de promesa que le encanta hacer a los políticos. Alivia el sentido de pánico moral que ha sido la dama de compañía de la prohibición por un siglo. Su intención es tranquilizar a los padres de adolescentes alrededor del mundo. Pero es una promesa inmensamente irresponsable, porque no puede ser cumplida.

La semana entrante, ministros de todo el mundo van a reunirse en Viena para definir la política internacional de drogas para la próxima década. Como generales de la Primera Guerra, muchos dirán que todo lo que se necesita es más de lo mismo. De hecho, la guerra contra las drogas ha sido un desastre, ha creado estados fallidos en el mundo en vías de desarrollo mientras que la adicción florece en el mundo rico. Por cualquier medida razonable, esta lucha de 100 años ha sido iliberal, asesina y sin sentido. Por eso es que The Economist continúa creyendo que la política menos mala es legalizar las drogas.

“Menos mala” no significa buena. La legalización, aunque claramente mejor para los países productores, traería riesgos (diferentes) para los países consumidores. Como delineamos abajo, muchos consumidores vulnerables de drogas sufrirían. Pero desde nuestro punto de vista, más sería lo que ganarían.

La evidencia del fracaso

Hoy en día la Oficina de las Naciones Unidas Contra las Drogas y el Crimen no habla más de un mundo libre de drogas. Su alarde es que el mercado de las drogas se ha “estabilizado”, significando con ello que más de 200 millones de personas, o casi el 5% de la población mundial adulta, todavía consume drogas ilegales – aproximadamente la misma proporción que hace una década. (Como la mayor parte de los "hechos" sobre las drogas, éste es sólo una conjetura educada: el rigor de la evidencia es otra de las víctimas de la ilegalidad.) La producción actual de cocaína y opio es probablemente igual que la de hace una década; la de canabis es mayor. El consumo de cocaína ha declinado gradualmente en los Estados Unidos desde su pico a comienzos de los años ochenta, pero el camino es desigual (permanece mayor que a mediados de los noventa), y crece en mucho lugares, incluyendo Europa.

Esto no es por falta de esfuerzo. Estados Unidos por sí solo gasta alrededor de $ 40 mil millones de dólares cada año tratando de eliminar la oferta de drogas. Arresta a 1.5 millones de sus ciudadanos cada año por delitos relacionados con drogas, y encierra a medio millón de ellos; la existencia de leyes más estrictas contra las drogas es la razón por la cual uno de cada cinco estadounidenses pasa algún tiempo tras las rejas. Y en el mundo en vías de desarrollo se derrama sangre a una velocidad sorprendente. En México más de 800 policías y soldados han sido asesinados desde diciembre de 2006 (y el número de víctimas ya va por los 6000). Esta semana otro líder más de un país azotado por el problema de las drogas – Guinea Bissau – fue asesinado.

Pero la prohibición, en sí misma, vicia los esfuerzos de los guerreros de las drogas. El precio de una sustancia ilegal está determinado más por el costo de su distribución que por el de su producción. Tómese la cocaína: el precio aumenta más de 100 veces entre el cultivo de coca y el consumidor. Aun si verter herbicida sobre los cultivos de los campesinos cuadriplica el precio local de las hojas de coca, esto tiende a tener poco impacto sobre el precio en la calle, el cual se establece principalmente de acuerdo al riesgo de transportar la cocaína a Europa o los Estados Unidos.

Hoy en día, los guerreros de las drogas dicen capturar cerca de la mitad de toda la cocaína que es producida. El precio en las calles de Estados Unidos sí parece haber subido, y la pureza parece haber bajado, durante el último año. Pero no es claro que la demanda baje cuando los precios suben. De otra parte, hay abundante evidencia de que el negocio de las drogas se adapta rápidamente a perturbaciones en el mercado. A lo sumo, la represión efectiva sólo obliga a que el negocio transite hacia otros sitios de producción. Así, el opio se ha movido de Turquía y Tailandia hacia Myanmar y el sur de Afganistán, donde actúa en detrimento de los esfuerzos de Occidente por derrotar a los Talibanes.

Al Capone, pero a escala global

Ciertamente, lejos de reducir el crimen, la prohibición ha fomentado mafias a una escala que el mundo jamás había presenciado. De acuerdo con el, quizás inflado, estimativo de la ONU, la industria ilegal de las drogas vale unos $ 320 mil millones de dólares al año. En Occidente, hace que personas que de otra manera serían ciudadanos respetuosos de la ley, se conviertan en criminales (el actual presidente de los Estados Unidos pudo fácilmente haber terminado en prisión por sus experimentos juveniles con “perico”). También hace que las drogas sean más peligrosas: los adictos compran cocaína y heroína muy adulteradas; muchos usan agujas sucias para inyectarse, propagando VIH; los desgraciados que sucumben al “crack” o a la “meta” están fuera de la ley, y cuentan sólo con sus jíbaros para ser “tratados”. Pero son los países del mundo emergente que pagan la mayor parte del precio. Hasta una democracia relativamente desarrollada como México se encuentra ahora en una lucha a muerte contra las mafias. Oficiales estadounidenses, incluyendo a un ex zar de las drogas, han hecho pública su preocupación por tener a un “narco estado” como vecino.

El fracaso de la guerra contra las drogas ha llevado a que algunos de sus más valientes generales, especialmente en Europa y Latinoamérica, estén sugiriendo que el actual eje de la política, consistente en encerrar personas, tome un giro hacia un enfoque de salud pública y “reducción del daño” (como alentar a los adictos a que usen agujas limpias). Este enfoque haría más énfasis en educación pública y tratamiento de los adictos, y menos en el acoso a campesinos que cultivan coca y en el castigo a consumidores de drogas “blandas” para uso personal. Eso sería un paso en la dirección correcta. Pero es improbable que logre ser financiado adecuadamente, y no hace nada contra el crimen organizado.

La legalización no sólo desplazaría a las mafias; también haría que las drogas pasaran de ser un problema de ley y orden a ser un problema de salud pública, que es como deberían ser tratadas. Los gobiernos podrían cobrar impuestos y regular el comercio de drogas, y usar los recursos recaudados (y los miles de millones ahorrados en uso de fuerza pública) para educar al público sobre los riesgos de consumir drogas y para tratar la adicción. La venta de drogas a menores debería seguir siendo prohibida. Diferentes drogas tendrían distintos niveles de carga impositiva y regulación. El sistema sería ajustable e imperfecto, requeriría monitoreo constante y tendría disyuntivas ("trade-offs") muy difíciles de medir. Los precios post-impuestos deberían ser establecidos a un nivel que permitiera lograr un balance entre el desaliento del uso de drogas por un lado, y, por otro lado, el desánimo del mercado negro y de los actos desesperados de robo y prostitución a los cuales los adictos tienen que recurrir para alimentar sus hábitos.

Venderle este sistema imperfecto a las personas en los países productores, donde el crimen organizado es el tema político central, es relativamente sencillo. La parte dura está en los países consumidores, donde la mayor batalla política es la adicción. Muchos padres de familia estadounidenses pueden llegar a aceptar que la legalización sería una respuesta adecuada para la gente de Latinoamérica, Asia y África; pueden incluso llegar a ver su utilidad en la lucha contra el terrorismo. Pero su miedo inmediato serían sus propios hijos.

Ese miedo está basado en buena medida en la presunción de que bajo un régimen de legalidad más personas usarían drogas. Esa presunción puede estar equivocada. No hay correlación entre la severidad de las leyes sobre drogas y la incidencia del consumo; ciudadanos que viven en regímenes severos (notablemente en Estados Unidos, pero también en Gran Bretaña) consumen más drogas, no menos. Los guerreros de las drogas, avergonzados, explican esto aludiendo a presuntas diferencias culturales, pero incluso en países muy similares la severidad de las reglas hace poca diferencia sobre el número de adictos: la dura Suecia y la más liberal Noruega tienen precisamente los mismos niveles de adicción. La legalización puede reducir tanto la oferta (el empujador [vendedor de drogas] por definición empuja) como la demanda (parte de la emoción del peligro desaparecería). Nadie lo sabe con certeza. Cualquier proponente honesto de la legalización haría bien en asumir que el consumo de drogas agregado se incrementaría.

Hay dos razones principales para argumentar que la prohibición debería, aun así, ser eliminada. La primera es un principio de liberalidad. Aunque algunas drogas ilegales son extremadamente peligrosas para algunas personas, la mayor parte de ellas no son especialmente dañinas. (El tabaco es más adictivo que virtualmente todas ellas.) La mayor parte de los consumidores de drogas ilegales, incluyendo cocaína e incluso heroína, sólo las usan ocasionalmente. Lo hacen porque derivan disfrute de ellas (como del whisky o de un Marlboro Light). No es trabajo del estado detenerlos.

¿Y qué de la adicción? El tema queda parcialmente cubierto por el primer argumento, puesto que el daño en cuestión recae sobre el usuario. Pero la adicción también puede infligir miseria sobre las familias y especialmente los hijos de cualquier adicto, e involucra costos sociales más amplios. Por eso es que desincentivar y tratar la adicción debería ser la prioridad de la política de drogas. De ahí el segundo argumento: la legalización ofrece la oportunidad de hacer frente a la adicción adecuadamente.

Proveyendo información honesta sobre los riesgos a la salud de distintas drogas, y estableciendo precios acordes, los gobiernos podrían orientar a los consumidores hacia las menos dañinas. La prohibición no ha logrado prevenir la proliferación de drogas diseñadas, soñadas en laboratorios. La legalización podría animar a que compañías legítimas de drogas mejoraran los productos que la gente consume. Los recursos recaudados a través de impuestos y ahorrados en represión permitirían a los gobiernos garantizar tratamientos a los adictos – una manera de hacer que tal legislación sea más aceptable políticamente. El éxito de los países desarrollados en hacer que la gente deje de consumir tabaco, el cual es similarmente sujeto a impuestos y regulación, provee una base de esperanza.

¿Una apuesta calculada, u otro siglo de fracaso?

Este periódico por primera vez argumentó a favor de la legalización hace 20 años (ver artículo). Revisando la evidencia de nuevo (ver artículo), la prohibición se ve aun más dañina, especialmente para los pobres y débiles del mundo. La legalización no desplazaría a las mafias completamente fuera de los negocios de las drogas; así como con el alcohol y los cigarrillos, habría impuestos que evadir y reglas que subvertir. Y tampoco sería una cura automática para estados fallidos como Afganistán. Nuestra solución no es pulcra; pero un siglo de fracaso manifiesto argumenta a favor de intentarla.

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